La frase del momento

¿Morir por mis ideales? ¡Jamás! .. Podría estar equivocado. (Mark Twain)

viernes, 15 de noviembre de 2013

Buenos días (relato breve)

Aquella mañana, ella se levantó como de costumbre a pesar de ser domingo. A menudo remoloneaba bajo las sabanas, pero hoy se sentía tan viva, que tenía la necesidad de levantarse inmediatamente.
Sin hacer ruido subió la persiana lo suficiente para que entrasen los primeros rayos de luz de la mañana e iluminasen la habitación de forma tenue.
Se sentó en la butaca que había en la habitación. Estaba desnuda, pero no le importaba a pesar de que la temperatura en la habitación no era muy elevada. Se sentía muy cómoda, como nunca se había sentido en su vida.
Subió los pies sobre el asiento del sofá, abrazando sus piernas sintiéndose muy sensual, y así permaneció durante unos instantes, contemplando al hombre que permanecía acostado en la cama bajo las sabanas, recordando la velada más intensa y dulce de su vida.
Sonriendo recordó como se había desarrollado, ambos se habían sentido un poco torpes, como dos adolescentes sin experiencia, en lo que se refiere a sexo. Pero no era eso lo que recordaba sino la forma tan tierna con que la había tratado, consiguiendo que estuviese muy cómoda en cada mágico instante, haciendo que se sintiese mujer como hacia muchísimo tiempo que no se sentía.
Seguía contemplando a su amante mientras dormía. «No es muy guapo, ni atractivo - pensó – pero ¿Qué importa eso?». Le gustaba mirarle. Recorría su piel con la mirada y él parecía sentirlo moviéndose levemente como si al paso del tacto de su mirada un escalofrío le recorriese el cuerpo.
Se levantó del sillón y se deslizó de nuevo entre las sábanas. No quería despertarlo ni romper ese maravilloso instante.
-¿Acaso esto es un sueño?- Se preguntó. No, no lo era. Era real, era muy real y suavemente se fue acercando a su cuerpo, acurrucándose contra él sintiendo su calidez. Sin despertar, él se acopló a la forma de su abrazo y ella se sintió amada de nuevo.
Se abrazó a él de forma muy intensa. Sus labios se fundieron con la piel de la espalda de su amado, en un suave y cálido beso con forma de caricia.
Con la yema de su dedo índice dibujó un corazón en su pecho y antes de que terminara, él despertó cogiendo su mano y entrelazando sus dedos la colocó sobre su pecho de manera firme. Podía sentir el fuerte latido de su corazón y sintió un nuevo beso de ella en la espalda.
Lentamente se volvió, y abrazándola de forma suave pero intensa se fundieron sus cuerpos.
Con su dulce mirada le decía que no quería despertarlo. Él, colocando suavemente el dedo en sus labios, le indico que no dijese ni una sola palabra que no fuese de amor, ella beso su dedo delicadamente como si sus labios fuesen de seda, así se sentía en sus brazos, suave y delicada. Con la mirada, él le respondió que no importaba.
Ambos se fundieron en un beso suave tierno y dulce, acariciándose los labios. Poco a poco sus cuerpos se fueron enredando bajo las sabanas. Por un instante, ella sintió que el tiempo se detenía y le guiñaba un ojo cómplice de ese momento.
Entre ambos no había palabras. Se sentía tan querida, que sobraban, pues no podían expresar ni una pequeña parte de lo que sentía.
Solo una mirada, un beso y ese cálido abrazo bastaban para expresar ese sentimiento tan intenso.
Frente a frente, recorriéndose con la mirada, afloró en sus labios una sonrisa, recordando la velada de la noche pasada cuando él la amaba, cuando ella le amaba en la quietud de la noche.
 El susurró:
-Buenos días.





Texto y fotografía: Alberto L. Lorente

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